17 de abril de 2007

¿Que la realidad no te estropee un buen reportaje?

Y es que a veces la realidad es tan, tan aburrida, o lo hechos interesantes son de tan difícil acceso que la tentación de vender como real una invención puede llegarnos a todos. Y eso es precisamente lo que le sucedió a Stephen Glass, un cabecita brillante, sin duda, pero con poco de verdadero periodista. Según los datos aportados en la película Shattered Glass (El precio de la verdad), dirigida por Billy Ray, Glass inventó 27 de los 41 artículos que publicó en la prestigiosa The New Republic.
No se puede poner en tela de juicio que esto no es periodismo. Glass podría haber sido un excelente escritor pero se vendió como un gran periodista y acabó cayendo en desgracia a los 26 años. Admirado, respetado, incluso envidiado por sus compañeros; Glass fue inmediatamente despedido cuando se destapó su "secretillo" y, evidentemente, no tuvo más cabida en el mundo del periodismo. El pastel lo destapó Adam L. Penenberg con su artículo Lies, damn lies and fiction, publicado el 5 de noviembre de 1998 en la revista digital Forbes. Este periodista digital comenzó a investigar el artículo Hack Heaven, publicado por Glass el 18 de mayo del 98. Y descubrió que todo era mentira: el congreso, el hacker de 15 años, la empresa Jukt Micronics... y así se destapó todo y el director de The New Republic, Charles Lane, comenzó a revisar todos sus escritos. El escándalo estaba servido. El joven periodista fue despedido y la revista publicó un artículo de reconocimiento de los hechos y disculpa: To our readers (en inglés).
La película es especialmente exhaustiva en mostrar cómo se revisaban en The New Republic
todos los escritos, en un complejo circuito de diversas personas. ¿Cómo pudo este pseudoperiodista colar toda esa información falsa? Por dos razones: porque se apoyaba únicamente en sus notas y porque veracidad y verdad, aunque no son lo mismo, tienden a confundirse (véase las sentencias de Derecho de la Información).
Es especialmente relevante que estos hechos se hicieran públicos a través de un medio digital que gozan aún de poca credibilidad y escasa difusión (recordemos que estamos en 1998 y que el mundo ha cambiado mucho desde entonces). Así, el artículo de Penenberg se convierte en un hito para el periodismo digital y la continua lucha de su legitimación frente al periodismo "serio", a la prensa impresa.


Hayden Christensen, en una excelente interpretación de Stephen Glass en El precio de la verdad (Billy Ray, 2003)

It is ironic that online journalists have received bad press from the print media for shoddy reporting. But the truth is, bad journalism can be found anywhere. (Extraído del artículo de Penenberg)
Actualmente Stephen Glass vive en Nueva York y ejerce el Derecho. En 2003 publicó un libro The Fabulist. Apareció entonces en la CBS y pidió disculpas a sus ex-compañeros, también declaró
"I wanted them to think I was a good journalist, a good person. I wanted them to love the story so they would love me" (Quería que pensaran que era un buen periodista, una buena persona. Quería que les gustara mi historia para así gustarles yo).
Pero Glass no es el único caso de periodistas que se inventan las informaciones. Otro de los casos más sonados fue el de Jack Kelley (en la imagen), corresponsal del USA Today, que llegó a ser finalista del premio Pulitzer en 2002. Que no, que esto no es periodismo. Que puede llegar a publicarse una información inventada es un hecho demostrado. Pero desde la ética periodística y la responsabilidad del profesional para con sus compañeros y con sus lectores, es una traición a todo aquello que debe definir el periodismo libre y serio.







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