21 de mayo de 2007

Mario, Maripi y su Elefante Blanco

"Hace unos veinte años Mario estaba metido en el mundo del circo, era zancudo; yo hacía malabares pero sólo por afición. Un amigo nuestro francés trajo al encuentro algunos materiales para venderlos. Aquí en España no había prácticamente nada de eso”, recuerda Maripi, la fundadora de El Elefante Blanco, el centro del comercio de malabares en este país. Gerard siguió trayendo material después del encuentro y ellos decidieron montar la tienda: “La gente nos preguntaba que quién pensábamos que iba a comprarnos los materiales” recuerda Maripi. “Empezamos con tres diábolos y cuatro pelotas en un local pequeñísimo en Chueca”. Ahora hay tres Elefantes Blancos más: uno en el barrio de Tetuán, uno en Barcelona y otro en Tenerife. En 1989 aparecía también la Asociaciónla IJA, la apertura de El Elefante Blanco y la aparición de la Asociación de Malabaristas de Madrid asentaban el arte de la calle en la capital.

El Elefante Blanco nació en un pequeño local en Chueca. Ahora, hay tres elefantes de la suerte más

El negocio de Mario y Maripi abastece de todo tipo de materiales: malabar pequeño, zapatos de clown, pelucas, trapecios, maquillaje, frisbis, monociclos etc. La mayor parte del material es importado desde Europa y también vienen productos argentinos. “Argentina es un país no sólo con una producción de material de calidad, sino también de grandes artistas; uno de los más conocidos murió hace poco, se llamaba Javier Villafañe…” explica Maripi. Se defiende de las acusaciones de que el material es caro: “Hay que tener en cuenta que la mayoría es de importación y, además, que es material homologado y de calidad. Tú puedes colgarte de una cuerda, perfecto. Nosotros controlamos que sea segura y no se rompa en mitad del espectáculo”.

El Elefante Blanco es algo más que una tienda, es una casa y un punto de encuentro para todo aquel que se encuentre en el “mundillo”. “Aquí vienen desde antiguos circenses a echarse una charlita hasta niños para jugar al hackie, profesores de Educación Física, jóvenes, profesionales…” dice Tito desde su puesto en Chueca. El Elefante Blanco también funciona como agencia de espectáculos y ayuda a los artistas de la calle madrileños a regularizar su situación, Maripi se lamenta de que “en Madrid ni siquiera los artistas están acostumbrados a trabajar regularizados, esto surgió en Barcelona”. Maripi denuncia que “la administración madrileña no se preocupa ni concede ayudas, incluso pone trabas a los espectáculos de calle: puedes presentar a subvención un proyecto preparado, económico,

original y listo para entrar en escena y no te dan nada”. Según ella, lo mejor que puede hacer un artista de la calle es “regularizarse como autónomo si le es posible”.

Todo lo que pueda necesitar un malabarista está en El Elefante, tanto materiales como consejos de los fundadores y los dependientes

Mario y Maripi coinciden en que en Cataluña las artes escénicas están mucho más desarrolladas que en el resto de España: “Aprendimos de Francia, quizá por eso en Cataluña haya más, como están cerquita…”, teoriza ella. La Generalitat está adscrita a redes europeas de arte callejero como Eunetstar e In Situ, con las que realiza estudios sobre los públicos de estos espectáculos y elabora un léxico multilingüe para mejorar la comunicación internacional de los artistas. Mario destaca además que en Madrid la mayoría de los espectáculos son montajes individuales y poco trabajados: “Hay mimos y malabaristas pero no hacen espectáculos en conjunto, con una trama, un decorado decente etc, se limitan a enseñar sus habilidades. Me gustaría que algún día el espectáculo en la calle fuera como ir al teatro”. Lo cierto es que hay pocas compañías profesionales de espectáculos callejeros debido a las dificultades y limitaciones existentes.

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